Bandera de los tercios de flandes

Batalla de Nieuwpoort

Esta Bandera del Tercio Morados Viejos de España está hecha de poliéster de alta calidad y tiene un asta para poder poner un palo. Tiene doble costura y bordes reforzados para una mejor resistencia. Las Banderas del ejército español aquí propuestas miden 2′ x 3′. Ver la descripción completa y las características del producto

Esta Bandera de España Tercio Morados Viejos está fabricada en poliéster de alta calidad y tiene un asta para poder poner un palo. Tiene doble costura y bordes reforzados para una mayor resistencia. Las Banderas del ejército español aquí propuestas miden 2′ x 3′.

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Flandes español

El Tercio constituía la unidad táctica y orgánica por excelencia de los ejércitos de la Monarquía Hispánica de los Austrias. Con sus orígenes en el ejército de los Reyes Católicos de España tras las reformas de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, y organizado oficialmente en 1536 con la Ordenanza de Génova de Carlos V, los Tercios españoles dominaron los campos de batalla europeos durante casi 150 años.

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En origen se crearon cuatro Tercios, los llamados Tercios Viejos, permanentes y cuyos nombres (de Nápoles, Lombardía, Cerdeña y Sicilia) hacían referencia al territorio que debían defender, aunque en 1567 serían enviados a los Países Bajos para combatir la Rebelión de los Países Bajos. Además, en distintas épocas, se crearon otros Tercios, que recibieron el nombre de sus maestres de campo. La selección de los oficiales, tanto de los maestres de campo como de los capitanes, estaba a cargo del Consejo de Guerra, que debía evaluar a los candidatos y elegir a los más idóneos. Una vez que recibían sus patentes, se les asignaba una zona de reclutamiento para que ellos y sus alféreces enrolaran a cualquier voluntario idóneo que apareciera.

Tercios españoles en América

Un confiado ejército español invadió Francia en mayo de 1643 para aprovechar la extrema juventud de Luis XIV. No esperaba encontrarse con un ejército dirigido por un comandante tan dotado como el duque de Enghien en las alturas de Rocroi.

Quinientos mosqueteros españoles se adentraron en el tenue bosque en el borde sur de una llanura boscosa al sur del fuerte fronterizo de Rocroi, Francia, al anochecer del 18 de mayo de 1643. Su comandante, el teniente general Baltasar de Mercader, tenía órdenes de tender una emboscada a la caballería del ala derecha del ejército francés disparando a su flanco cuando avanzara a la batalla a la mañana siguiente. Se colocaron centinelas, pero Mercader permitió que la mayoría de sus fuerzas descansaran durante la noche para que estuvieran frescas para la batalla principal.

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Mientras los mosqueteros se ponían cómodos, un desertor del ejército español informó a los franceses de la ubicación y las intenciones de la partida de emboscada. Para contrarrestar la amenaza, el duque Louis d’Enghien, de 22 años, comandante en jefe del ejército enviado a relevar a la guarnición francesa atrapada en el fuerte por los españoles, ordenó a cerca de 1.500 mosqueteros franceses que eliminaran a los emboscados en la oscuridad de la noche.

Batalla de rocroi

No cabe duda de que el monumento de Semana Santa es una de las expresiones más representativas del llamado arte efímero. Del latín monumentum, el monumento era una especie de altar provisional adornado con magnificencia y esplendor donde se reservaba el Santísimo Sacramento el Jueves Santo. La finalidad de la reserva no era otra que permitir la comunión el Viernes Santo, cuando no había consagración, y exaltar la presencia real de Cristo en la Eucaristía, cuya institución se conmemora el Jueves Santo. El arte y los artistas, sobre todo a partir del Barroco, contribuyeron al diseño y construcción de estos altares, dando lugar a diferentes tipologías: monumentos en perspectiva, construcciones turriformes y piramidales. Navarra no fue una excepción en este sentido. Durante el siglo XVIII y hasta bien entrado el XIX, los monumentos en perspectiva fueron especialmente populares en estas tierras. Estas construcciones tenían una sucesión de arcos decrecientes que generaban una sensación de profundidad a los ojos del espectador. A esta tipología pertenecen los diseños de José de Lesaca para el monumento de la iglesia parroquial de Lerín (1732) y los monumentos de la Catedral de Pamplona (1743), Los Arcos (1763), Lodosa (1770), San Saturnino de Pamplona (1778), Miranda de Arga (1768) y Peralta (1781).

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